Colócalas cerca de una ventana, en un lugar bien iluminado, pero donde los rayos del sol no caigan directamente en las hojas, o se quemarán.
Riégalas por la mañana temprano. Para no ahogarlas, antes mete un palito de unos 5 cm en la maceta y comprueba que no sale con tierra.
Cuando al mirar por los agujeros de drenaje de las macetas veas las raíces, es que ha llegado el momento de cambiar la planta a otro tiesto más grande y de renovar el sustrato.
EL COMPLEMENTO PERFECTO PARA EL RIEGO
Si quieres mantener tus plantas bien hidratadas, necesitas un pulverizador con el que suministrar una lluvia suave y completa a las hojas. Conseguirás que no se sequen y que conserven el color.
Rocía las plantas con agua tibia a diario o cada dos días, y utiliza un pulverizador que tenga el cabezal fino para evitar que grandes gotas se queden en el follaje y provoquen la aparición de enfermedades fúngicas.
El mismo modelo te sirve para aplicar fertilizantes, pero hazte con otro para uso exclusivo de insecticidas.